En la vida tenemos que ir tomando decisiones que nos abren unas puertas y nos cierran otras. Saber elegir lo que nos viene bien es tarea importante para nuestro bienestar.

En cuanto a la toma de decisiones se refiere, ¿por qué me dejo llevar? ¿por lo que me dice la razón o por lo que me dice la intuición? Para mucha gente la razón y la intuición son dos opuestos. Sin embargo, un buen manejo en nuestra forma de pensar y de tomar decisiones en nuestra vida tiene que ver con saber desenvolverse en esta aparente dualidad.

A lo largo de la historia hemos ido dándole más importancia a una u otra parte de estos dos aparentes polos opuestos. Venimos de una época donde lo que primaba era lo científico y, por tanto, se daba más prioridad a la razón. Poco a poco, la sociedad va dándole importancia a la intuición. No obstante, también podría ser un error darle todo el peso a esta última. Tanto la intuición como la razón son procesos de pensamiento y la combinación de ambas es fundamental.

Cuando utilizamos la razón o la lógica, nos paramos, dedicamos un tiempo a pensar de manera consciente y sopesamos la información que hemos ido recogiendo.   Nos basamos en pruebas concretas, tangibles, para llegar a conclusiones.

En el caso de la intuición todo sucede más rápido, lo vivimos más bien como una sensación, como una certeza a la que no podemos ponerle palabras. No obstante, aunque está igualmente basado en unos inputs y unas asociaciones, lo que cambia es que este procesamiento de la información es inconsciente.

Seguir a la intuición con curiosidad y tratar de profundizar y ampliar conocimiento, con la disposición de desafiar nuestras propias suposiciones nos hace más inteligentes emocionalmente. Espacios como el que nos aporta la meditación o el de una psicoterapia donde se prima que la persona fluya con sus pensamientos, potencia este diálogo entre lo consciente y lo inconsciente, permitiendo esta armonía entre la razón y la intuición.