Blog

el 13 enero 2025

Hace unos años, después de un largo y extenuante día de trabajo, me detuve en un pequeño pueblo para descansar. Alquilé una habitación en una hospedería, sorprendido por lo acogedora que era y lo económico de su precio. Todo apuntaba a que sería una noche tranquila. Pero al abrir la ventana para dejar entrar algo de aire fresco, me encontré con una escena inesperada: mi vista daba directamente al cementerio del pueblo. Podría decir que este era el patio de mi habitación.

No soy la persona más valiente del mundo pero, incluso si lo fuese, tengo que admitir que la idea de pasar la noche con tantas cruces y panteones como vecinos me generó cierta incomodidad. Al recordarlo ahora, me pregunto: ¿qué es lo que hace que la muerte, incluso en su representación más serena, despierte en nosotros tanto rechazo o temor? Después de todo, es una realidad hacia la cual todos caminamos de manera inexorable.

Gracias a mi trabajo, he tenido la oportunidad de acompañar a muchas personas en sus últimos momentos de vida, y esto me ha dejado una huella muy profunda. He visto morir a quienes parten en soledad y desesperación, como si no quisieran irse; a quienes lo hacen en paz, despidiéndose de sus seres queridos, pidiendo perdón por sus errores y reflejando una serenidad alentadora. También he leído en muchas miradas la pena de no haberse atrevido a cumplir ciertos propósitos o deseos personales. Otros parecen marcharse sin apenas comprender lo que les ha sucedido, víctimas de muertes rápidas o accidentes. Eso sí, todos llegan, aunque no siempre lo deseen, puntuales a la hora de la llamada.

Esta experiencia ha transformado mi perspectiva sobre la muerte. No digo que tenga una convicción cerrada sobre lo que implica la experiencia de morir o sobre lo que hay después de ella, pero sí he aprendido a aceptar su presencia, incluso como una buena compañera. En ese sentido, la Gestalt ha sido clave para dar este giro perceptivo. Desde el enfoque del “aquí y ahora”, mantengo presente la muerte, pero sin permitir que me impida darle sentido a cada día y a lo que hago.

A veces me gusta imaginar que, en esencia, mi estado mental el día de mi muerte —y así es como espero que sea— no diferirá mucho del que tengo en este momento. Existencialmente, me siento bien: hago lo que me gusta tanto en el ámbito profesional como en el personal, tengo metas y sueños, y trabajo en ellos con esmero. Todo eso le da sentido a mi vida y me permite dormir con tranquilidad, como si no fuera neurótico, y con la calma de saber que ya no tengo un cementerio al lado de mi ventana.

Comentarios

Ana Fernández Cardo el 15 de 1 del 2025

Me ha sorprendido,saber que estaba su habitación al lado de un cementerio creía que nos iba a contar el miedo qué pasó. Pero la reflexión que hace sobre la muerte, transmite Paz.Aunque no es fácil asimilar qué de ella nadie puede escapar.Y lo más hermoso es como ha llegado a aceptarla de una forma tan serena.Dios le bendiga ahora y siempre

Deja un comentario

En cvap.es utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecerte lo mejor de nuestra web. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso.