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el 13 junio 2022

Cada vez que un paciente entra diciendo “hoy no sé que contarte” se me ilumina la cara.

Lejos de pensar: está desconectado, no está motivado por la terapia o su proceso personal, etc., me parece justo el día idóneo para adentrarnos en las profundidades.

Es el día que no hay ‘nada’ haciendo figura, crisis, entorpeciendo el trabajo profundo. De manera que es el día de bucear.

Dichas sesiones no las continúo con esta explicación, si no con un silencio bien puesto, un silencio bien presente, para que el paciente se de cuenta de que no hay nada tapando ni impidiendo adentrarnos.

Son los días importantes, ya que hacemos proceso del bueno, del de verdad. Tocamos las vigas maestras. No hay hoy conflicto con la pareja, la madre o el jefe. No hay nada muy ansioso que atender, ningún incendio que apagar.

Posiblemente días así son los que ayudan a despojarse alguna etiqueta del autoconcepto, darse cuenta de alguna manera de relacionarse que no gusta, dar visibilidad a algún mecanismo de los gordos, o de aceptar algún asunto externo.

Ese silencio que pongo delante, el paciente lo usa hablando de alguna generalidad en su vida, alguna manera de funcionar usual y que no le gusta. Sabe que tiene una hora para adentrarse donde el día a día no deja. Donde los incendios de otras sesiones no lo permiten.

Hago de ese día algo calentito, suave, tenue. Y a la vez, vibraciones de vértigo. Muy atento a lo que pueda salir.

Cuando escucho “hoy no sé qué contarte”, sé que toca bucear hondo.

 

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