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el 26 febrero 2018

Quiero dedicar este post a las BUENAS PERSONAS. Sí, quiero decirlo así, en mayúsculas, dándoles la importancia que, al menos para mí, tienen.

En un mundo en el que parece que se nombra mucho a las personas corruptas y a las aprovechadas, me apetece dedicar un espacio a esas buenas personas que nos acompañan sin hacer ruido y que nos echan una mano en el día a día. Personas que están en nuestra vida, que han estado presentes en algún momento, personas que nos hemos cruzado de forma casi casual y nos han ofrecido su bondad. Seguro que habéis pensado en alguna de esas buenas personas, que ya les habéis puesto cara mientras ibais leyendo y, además, lo habéis hecho con una sonrisa en los labios, ¿verdad? Porque eso es lo que nos provocan: bienestar.

En mi vida se han cruzado muchas buenas personas, facilitándome la vida en muchas y distintas áreas. Si miro a mi familia, encuentro la bondad muy de cerca: en mis padres y mi hermana. Personas buenas en toda la extensión de la palabra. Y mi sobrina quien, a pesar de ser solamente una adolescente, ya apuntaba maneras desde muy niña. Mención aparte sería mi hija… aunque sea amor de madre. En el trabajo también he tenido la fortuna de encontrarme con buenas personas. En mis inicios profesionales,  Juanjo  fue la primera persona que confió en mí y me ofreció trabajo sin ni siquiera habérselo pedido. Lo mismo que Paquita, quien también confió a ciegas en mi quehacer. Natalia  y Jesús me incluyeron como una más en su equipo y me hicieron sentir como si siempre hubiera estado ahí. Marisa me ofreció abiertamente su laboratorio y Alicia me incluyó sin pestañear en su clínica. Jose, Poi, Carol y María tienen esa calidad humana que puedo observar en la manera en la que me han aceptado, a pesar de ser la única de ellos que trabajo bajo un marco distinto. Y lo cerca que me hacen sentir… Saltaré la parte relacionada con las amistades, necesitaría muchas palabras para no dejarme a nadie en el tintero. O incluso un post entero.

Por otro lado, me emociona observar cualquier gesto de bondad, aunque no tenga que ver conmigo. Bondad en el sentido de amabilidad, de estar pendiente del otro y no cerrarse en uno mismo. Ver cómo un conductor cede el paso a otro que sale de un garaje, una joven que recoge las llaves que le han caído al señor que va delante y se las entrega, un niño que comparte su juguete con otro que acaba de conocer en el parque, un vecino que aguanta la puerta del ascensor porque ha visto que llega otro y le espera, un adolescente que se levanta en el metro y le ofrece su asiento a una persona de mayor edad… gestos cotidianos que suceden a diario.

Estoy convencida de que existen muchas buenas personas y que podemos ver cualquiera de estos gestos si nos fijamos un poco. ¿Sabéis qué es lo me cautiva de las buenas personas? Que no hacen alarde de serlo, porque es algo natural en ellas esa manera de ser y de estar en el mundo. Que ofrecen sin que se les pida y sin pedir nada a cambio, que están pendientes de los demás porque así lo sienten. Habría muchos adjetivos para describirlas: personas respetuosas, afectuosas, humanitarias, agradables, compasivas, generosas, estupendas, bondadosas, extraordinarias, comprensivas, honestas… Pero yo me quedo con éste: personas mágicas.  

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