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el 28 febrero 2024

La psicología, lejos de ser una disciplina aislada, está intrínsecamente vinculada al contexto social, económico, cultural y político en el que se desenvuelven nuestras vidas. Nuestros sufrimientos y alegrías no surgen en un vacío, sino que se entrelazan con una historia colectiva y con las estructuras sociales que nos rodean. Desde el momento en que nacemos, estamos inmersos en un entramado de relaciones y condiciones que moldean nuestra percepción del mundo y nuestra experiencia personal.

Es crucial entender que la influencia de estos factores va más allá de lo individual y penetra en todos los aspectos de nuestra existencia. La familia en la que crecemos, el lugar donde vivimos, las oportunidades educativas y laborales a las que tenemos acceso, todo esto influye en nuestra forma de ser y en cómo nos relacionamos con los demás. La salud mental y emocional no puede separarse de este contexto más amplio; es el resultado de una interacción compleja entre factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales.

Sin embargo, algunos enfoques de autoayuda y coaching motivacional promueven una visión simplista y descontextualizada, sugiriendo que el éxito y la felicidad dependen exclusivamente de la actitud y el esfuerzo personal. Esta narrativa individualista omite deliberadamente los determinantes sociales de la salud mental y emocional. Ignora cómo la discriminación, la desigualdad económica, las estructuras de poder y otros factores externos pueden afectar significativamente nuestro bienestar.

Al hacerlo, no solo trivializa los desafíos que enfrentan muchas personas, sino que también perpetúa la culpa y la vergüenza en aquellos que no logran alcanzar los estándares de éxito impuestos. Esta presión constante por ser exitosos y felices puede ser especialmente perjudicial para aquellos que se enfrentan a situaciones de marginalidad o discriminación, ya que les hace sentir que sus dificultades son el resultado de una falla personal en lugar de ser el resultado de circunstancias sociales y estructurales injustas.

Reconocer la dimensión política de la psicología nos lleva a cuestionar estas narrativas simplistas. Nos invita a explorar cómo podemos integrar una comprensión más profunda de nuestro entorno social en nuestras prácticas terapéuticas y en nuestras propias vidas. Esto implica reconocer y abordar las injusticias sistémicas que perpetúan el sufrimiento y trabajar hacia un cambio social más amplio que promueva la salud mental y emocional para todos.

En última instancia, debemos resistirnos a las soluciones superficiales que ignoran la complejidad de nuestras experiencias y abrazar un enfoque más inclusivo y consciente. Solo entonces podremos avanzar hacia un mundo donde el bienestar no sea un privilegio reservado para unos pocos, sino un derecho fundamental para todos los seres humanos. Un mundo donde la salud mental y emocional sea valorada y protegida.

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