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el 24 diciembre 2013
Inspirado en el trabajo con pacientes deprimidos.
 
Me ha despertado el teléfono. ¿Por qué me llaman a estas horas de la mañana? Vaya, ya son más de las once. No sé si volverme a acostar… Tengo sueño, me desperté pronto y me desvelé. Y no tengo nada que hacer. Bueno, no es cierto, más bien no tengo ganas de hacer nada. Mejor debería poner una buena cafetera para ver si me espabilo y aprovecho lo que queda de mañana. No sé… no… creo que voy a meterme un poco más en la cama y decido. Ahí es donde mejor estoy, me taparía y dormiría durante días o meses. No tengo fuerzas para nada, ni ganas, con la de cosas que tengo que hacer. La casa está hecha un asco y yo también. Hoy tampoco estoy para ir al trabajo. Antes, voy a mirar por la ventana. Hace sol. ¿Adónde irá tanta gente? Les hace ilusión salir a comprar, saludar a los conocidos, que les dé el aire, y yo pagaría para que en el frigorífico hubiera siempre lo necesario y no tener que salir nunca, aunque lo cierto es que no tengo hambre. Voy a acostarme. Me molesta el día, la luz, el ruido de la gente. Mmmm… ¿Qué hora es? La una y media. Me he vuelto a dormir, pero ya no tengo sueño, aunque tampoco ganas de levantarme. ¿Qué me pasa? Tengo la garganta llena de lágrimas y no puedo llorar. No consigo sentir ilusión por nada. Me despierto y sigue el cansancio, y esta tristeza profunda donde la vida pierde el sentido para mí. Sólo quiero dormir y que pase el tiempo, que todos se olviden de mí, como si no existiera, que me dejen en paz. ¿Para qué levantarme? ¿Para quedarme como una momia ante la televisión? Siento tanta soledad… Cuando estoy tan triste como ahora mismo, tan débil, es como si no existiera nadie en mi vida, siento un total y absoluto abandono, y sé que no es así, que hay personas que no me han abandonado, aunque tienen ya bastante con sus vidas ocupadas y, la verdad, no quiero llamarles para no ir dando pena. ¿Quién me ha enviado un WhatSapp ahora? ¿Una cena este sábado? No sé… Todos me dicen que salga, que no me encierre. Yo también me digo que he de salir de este agujero, hasta por momentos me ilusiono con la idea de quedar con los amigos o la familia y, sin embargo, cuando me proponen quedar, me da una enorme pereza sólo de pensarlo, nunca me apetece y, peor aún, cuando es el momento de prepararme para salir, siempre me arrepiento de haberme comprometido a quedar. Me haría invisible para no tener que dar explicaciones a nadie y no quedar mal… Cuando llega el momento, ¿qué fue de aquella pequeña ilusión que sentía –y no siempre- al pensar en quedar hace unos días? Luego, si salgo, no estoy mal del todo, tampoco bien, pero mejor que si me hubiera quedado en casa, aunque sólo si quedo con mis seres queridos; para lo que no estoy es para conocer gente. No disfruto con lo que disfrutaba antes. A decir verdad, no disfruto con nada. Vaya mierda de vida que llevo. Y hace meses que no aspiro siquiera a tener algún día una vida mejor, como me ocurría antes, cuando aún tenía esperanza.  Incluso diría que vaya mierda que es este invento de la vida. Quizás la vida sea esto y yo no tenga una depresión, como me dicen; quizás la vida es así de patética o de insulsa o de injusta, y la gente no está preparada para aceptarlo. Bueno, yo tampoco lo acepto. ¿Quién me ha colocado en este mundo? ¿Y para qué? Creo que no soy de la misma pasta que el resto de la gente. Creo que salí mal de fábrica y no le pillo el punto a esta vida, que nunca podré ser feliz. ¿Esto de qué va? ¿De aguantar día tras día? ¿Para qué? La gente no entiende nada, se creen que lo mío es cuento, o que no me esfuerzo lo suficiente ni pongo de mi parte, se creen que con pegarse una ducha, peinarse, barrer las pelusas y hacer la cama se soluciona todo, pero no saben lo que dicen, lo que estoy pasando. Me gustaría verlos como me veo yo. No se puede ni explicar la tristeza y la impotencia que siento. No me apetece nada, no disfruto con nada, cada vez espero menos de nadie y creo que tampoco de mí; no sé cuándo perdí la esperanza… No me veo capaz de hacer el más mínimo movimiento para mejorar mi vida; y es que creo que la vida me viene grande, como últimamente la ropa. Bueno, ya vale, tengo que dejar de pensar así… Voy a comer algo, que estoy débil, pero ¿qué me hago yo de comer ahora? Sólo de pensarlo se me quitan las ganas… Todo se me hace una montaña, y no tengo fuerzas.
 
Vaya cosas que escribía por entonces… Me emociona recordar aquello. Qué duros fueron aquellos meses… Es difícil de explicar, pero la tristeza teñía mis ojos, mi visión, calaba mis huesos, pulverizaba mi motivación, anestesiaba mi cuerpo y, allí donde mirara, sólo había pesadumbre, congoja y desgana. Se distorsionó mi forma de sentir, de pensar, y me llegaba a parecer que la vida era así, incluso que yo sentía con más profundidad que el resto de la gente el verdadero drama de vivir, pero no es cierto, y lo digo con un profundo respeto al sufrimiento que experimenté por entonces. En aquellos días, realmente, no podía ver nada con claridad, no estaba bien, y lo que me pasaba tenía un nombre: depresión. Ahora me conmueve recordar lo que padecí por entonces.  
 
 

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