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el 3 mayo 2023

Podríamos decir que tenemos dos maneras de posicionarnos ante la vida, desde el victimismo o desde la responsabilidad. Cuando vemos el mundo desde una posición de víctima tendemos a pensar que la causa de los problemas está en el exterior y que uno no puede hacer nada para cambiar sus circunstancias. Esto genera una sensación de indefensión, de no poder hacer nada para cambiar lo que le suceda. Lo peor de esto, es que al pensar que uno no puede hacer nada también elude toda o parte de la responsabilidad que pueda tener al respecto.

El victimismo es una manera infantil de ver el mundo y conlleva limitaciones importantes en el desarrollo de la persona. Los niños piensan de esta forma, y lo cierto es que la responsabilidad emocional de los niños corre a cargo de sus cuidadores. Por eso, mientras que en unas etapas del desarrollo estas actitudes son sanas y naturales, en otros momentos del ciclo vital pueden ser muy patológicas. En el mundo de la psicología, a esta posición psicológica, se le ha llamado locus de control externo. Las personas en las que domina este locus de control piensan que no pueden hacer nada con respecto a las circunstancias en las que se encuentran. Lo que tienden a pensar es que la vida es injusta, que uno se encuentra de una determinada manera por casualidades de la vida, por mala suerte o buena suerte y que no puede hacer nada para modificar las situaciones en las que se encuentra.

Por otro lado, tenemos el locus de control interno, donde la persona se enfoca en gestionar aquello que pueda gestionar. En este sentido, madurez implica acción,  centrarse en lo que uno puede hacer para cambiar las circunstancias que le rodean. La persona entiende que los bloqueos en su vida son su responsabilidad. Que sean  personas que se hacen responsables y aceptan la vida conforme les va llegando no quiere decir que sean personas que no puedan tener reacciones emocionales consideradas desagradables pero siempre llegan a la conclusión de que se ha de hacer un trabajo para darle una lectura más positiva.

La concepción que tenemos de la vida tiene mucho que ver con el entorno familiar y social en el que hemos sido criados. Si hemos crecido en un entorno donde se nos ha potenciado y favorecido el crecimiento, vamos a transmitir y percibir eso mismo en el mundo. Por ello, es importante que las personas puedan entender su historia y las experiencias en la infancia que han condicionado su forma de ver la vida. Ahora bien, tarde o temprano se ha de hacer un esfuerzo combinado de toma de conciencia junto con la adquisición de responsabilidad sobre la propia vida. Si tomamos conciencia de ciertas conductas podemos hacer algo para cambiarlas. Este es un trabajo personal e intransferible que implica renunciar a pensar que todo sería distinto si los demás fueran distintos, dejar de culpar a los padres por la vida que uno tiene, dejar de pensar en lo que a uno le falta y no ha tenido para centrarse en no tener miedo de reconocer los propios errores y limitaciones, asumir las consecuencias que de ellos se deriven y pasar a la acción. Una acción donde uno se expone a ser visto, aprende de las experiencia y sabe sostener el desacuerdo de sus seres queridos.

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