Érase una vez un niño, al que llamaremos Alex, que esperaba con nerviosismo y alegría la llegada de los Reyes Magos. Lo que más le gustaba era hacer la lista de regalos que se iba a pedir ese año. Los días previos eran sus favoritos y los dedicaba a pasar lentamente las hojas de los muchos catálogos de publicidad que tenía, así como a ver todos los anuncios de la tele que podía. Tenía una libreta especial, en la que iba anotando minuciosamente aquellos regalos que más le llamaban la atención. Luego los ordenaba poniendo en primer lugar el que más deseaba que le trajeran. Le costaba decidir, un día le gustaba más uno de los juguetes, al día siguiente cambiaba de idea y elegía otro, volvía a revisar su lista y disfrutaba haciendo esos cambios.
En la lista había de todo: un coche de bomberos de la Patrulla Canina, una casa piña de Bob Esponja, una cocina con microondas y nevera incluidos, una pizarra con letras magnéticas, el disfraz del capitán América, un puzle de los Trolls, un Nenuco que hace pompas y un peluche del Rey León. Cuando Alex tuvo su lista terminada, les pidió a sus padres una carta de los Reyes Magos en la que poder anotar todos los regalos que tanto le había costado decidir. Lo hizo lentamente, con cuidado, quería escribir con la mejor letra posible para que los Reyes Magos lo pudieran leer sin problemas y no se confundieran de regalos. Cuando hubo terminado, miró la carta y se sintió satisfecho al ver cómo le había quedado. Puso una nota especial para Baltasar, por quien Alex continuaba sintiendo predilección, en la que le contaba que había intentado portarse lo mejor posible.
Dijo a sus padres que ya la tenía preparada y preguntó cuándo iban a ir a echarla al buzón que había en la esquina de su casa. Antes de que sus padres pudieran contestar, Alex les miró pensativo y les dijo, con el semblante muy serio, si podía preguntarles una cosita que tenía que ver con los Reyes Magos. Los padres se miraron disimuladamente y con cara de preocupación, pensando que había llegado el momento en que su hijo les iba a hacer la temida pregunta…. Para su sorpresa, Alex no dijo aquello de “me han dicho en el cole que los Reyes Magos no existen.”
Lo que su hijo les peguntó fue que por qué en los anuncios de juguetes que había estado viendo en la tele todos estos días salían los niños y las niñas por separado, por qué esos niños jugaban con unos juguetes y las niñas con otros distintos, por qué en los anuncios de los chicos hablaba una voz fuerte y de hombre y en los de las chicas una voz de niña y cantando, por qué en los que salían los niños era todo de color azul y en los de las niñas de color rosa, por qué no salían niños en los anuncios de muñecas, bebes y cocinas y tampoco niñas en los de coches y superhéroes, por qué en todos los catálogos de juguetes tenía en casa había unas hojas en las que estaban las niñas solas y los niños en otras distintas, tampoco aquí salían juntos, por qué esos mismos niños nunca querían jugar con las cocinitas ni con los bebés ni la niñas con los coches o los juguetes de construcción si a él tanto le gustaba cuidar a sus muñecos y hacer comiditas, por qué no jugaban niñas y niños juntos a fútbol o baloncesto y solamente aparecían niños con la camiseta de su equipo y con el balón bajo el brazo, si a su hermana mayor le encantaba jugar al fútbol con la pelota del Athelic de Bilbao.
Pues eso mismo me pregunto yo, Alex. Tristemente, a día de hoy continuamos con la publicidad sexista que, al menos para mí, tiene un agravante cuando se trata del público infantil, quienes están de pleno en el aprendizaje y modelado, copiando lo que observan y escuchan. En la publicidad infantil, la competitividad, la fuerza y el poder se siguen asociando a roles masculinos y la maternidad y la belleza a los roles femeninos. Si, además, esos anuncios son televisivos, les acompañan voces en off que potencian, todavía más, ese sexismo: en los que aparecen niños las voces son masculinas y en los que aparecen niñas las voces de fondo son femeninas. Seguir defendiendo la igualdad es lo que yo propongo, aunque tengamos en nuestra contra todos los intereses comerciales que nos quieran imponer.
Y no solamente desde la publicidad, claro está, sino desde todos los ámbitos. Lo que más está a nuestro alcance es hacerlo desde casa a nuestros hijos, con los mensajes que les damos diariamente. Son muchos los modelos que tienen l@s niñ@s, pero no olvidemos que nosotros, los padres y madres, somos el modelo más cercano.
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