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el 4 septiembre 2023

Desde hace algo más de año y medio tenemos un perro en casa. Suele llamar la atención por su pequeño tamaño y su graciosa manera de caminar: es un teckel, lo que comúnmente llamamos un perro salchicha.

Cuando estamos paseando, también se hace de notar porque ladra a casi todos los perros con los que nos cruzamos y a algunos niños. Es su manera de sacar el miedo que les tiene.

Ahora que ya os he puesto en antecedentes, es cuando quiero centrarme en el tema en cuestión que me lleva a escribir hoy: cómo reaccionan las personas que nos vamos encontrando por la calle cuando ladra.

Hay quien me mira, sonríe o abre los ojos en señal de asombro y sigue adelante.

Hay quien pasa de largo, sin prestar ninguna atención.

Hay quien se acerca y le habla directamente al perro, preguntándole qué le pasa, o diciéndole que es muy pequeño para ladrar tanto, o que se calme que no pasa nada.

Hay quien se aparta con cierta cara de miedo.

Hay quien me mira y dice que pobrecito.

Hay quien se para y me indica que tengo que llevarlo a que se relacione con otros perros  e incluso me habla de lugares en los que quedan y se reúnen.

Hay quien me cuenta que su perro también ladraba.

Me sorprende que bastantes personas se acerquen con la intención de “ayudar” sin que yo haya hecho el mínimo gesto de haberles demandado nada, que me den su opinión o que incluso le hablen al perro provocando con ello que todavía se altere más.

Lo mismo ocurre cuando vemos a alguna persona que lo está pasando mal y no tenemos mucho trato con ella y ahí vamos, de cabeza, a decirle lo que le conviene, lo que tiene que hacer o dejar de hacer, o le contamos lo mal que estamos nosotros… sin que la persona en cuestión nos haya pedido nuestra opinión o sin haberle preguntado si podemos hacer algo por ella o si quiere nuestra ayuda.

No es necesario intervenir espontáneamente siempre que vemos sufrimiento ajeno.

Habría que ver si estamos más en la necesidad del otro o en nuestra propia necesidad de sentir que hacemos algo útil y, con ello, podemos estar perdiendo de vista a quien intentamos ayudar.

La vida, ni más ni menos.

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