¿Alguna vez has tenido algo importante que hacer y has ido retrasando su comienzo? En ocasiones, cuando esto pasa, la persona se reprocha a sí misma lo vaga y perezosa que es. Dando comienzo así a un bucle de autocríticas que, más allá de permitir a la persona avanzar, la siguen dejando estancada.
En estos casos, si la persona se parase a pensar en profundidad qué le pasa, podrían aparecer otra serie de motivaciones más o menos inconscientes que están interfiriendo en lograr aquello que se propone. Procrastinar nos puede estar ayudando a “proteger” nuestra autoestima y evitar enfrentarnos a ansiedades subyacentes.
A veces, se trata de un miedo al fracaso. Es decir, si temes poner todo tu esfuerzo en algo y no obtener el resultado deseado, procrastinar protege tu autoestima justamente por no mostrar tus mejores esfuerzos. Te protege de ser juzgado por tu habilidad y puedes aferrarte a la idea de que si le hubieras dedicado más tiempo, el resultado hubiera sido bueno.
Procrastinar también puede encubrir la creencia de que uno tiene que ser perfecto y hacer las cosas perfectas para ser aceptable. Los estándares son tan altos que terminar un proyecto puede resultar muy difícil por perderse en cantidad de detalles. Acaban tomándose mucho tiempo para llegar a esa perfección y la realidad muestra que eso nunca llega.
Otro factor subyacente, podría ser el miedo al éxito, bien porque las presiones familiares o culturales para tener éxito puedan provocar el efecto contrario o bien porque visualizarse siendo exitoso pueda generar inconscientemente algún tipo de conflicto, como lidiar con sentimientos incómodos o problemas/pérdidas de relaciones.
También, a modo de profecía autocumplida, haber recibido mensajes en el seno de nuestra familia señalando lo poco que uno va a conseguir en la vida, puede llegar a hacer sentir a la persona que es poco merecedora del éxito.
Asimismo, la presión podría ser fuente de sabotaje. Sentir que cuando uno llegue al éxito no va a ser capaz de afrontar las exigencias, el esfuerzo y los desafíos que esa nueva posición demanda nos facilita el camino hacia la postergación. Si no te sientes fuerte, seguro y capaz procrastinar puede mantenerte a salvo.
Con todo esto en mente y muchos más motivos que puedas encontrar, quizás, la próxima vez que te veas postergando algo importante para ti, te puedas parar y preguntar qué puede haber más allá de la pereza que te impide avanzar.
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