Tomo prestado el título de aquella famosa película de James Bond de principios de los ochenta para darle nombre a este post.
Ya queda claro por dónde van los tiros, ¿verdad? Pues sí, de aquellas veces en las que hemos dicho,o casi jurado con la mano encima de la biblia, que nunca íbamos a hacer algo... y, con el tiempo, nos hemos visto haciéndolo. Voy más allá todavía, nos hemos encontrado haciéndolo y encantados/as de la vida. Como dice un famoso refrán: “Nunca digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre.”
Cuántas veces criticamos, juzgamos, censuramos algunos comportamientos ajenos y manifestamos públicamente que seríamos incapaces de hacer algo así, que por más vidas que tuviéramos jamás seríamos capaces de hacer algo semejante. Yo lo traduzco en la dificultad que tenemos en ponernos en la piel de otras personas, en la rigidez con la que observamos y la dificultad para verlo desde su perspectiva. No significa que tengamos que estar de acuerdo en cómo funcionan el resto de mortales, sino en poder ver que hay más maneras además de la nuestra.
También influye lo mal visto que está un derecho básico para todas las personas: poder cambiar de opinión. Si alguna vez dijimos que no nos gustaba el heavy metal, pareciera que somos unas personas insensatas si, un buen día, alguien nos escucha cantando a pleno pulmón el Highway to hell. Pues sí, cambiar de parecer y criterio no es un crimen.
Otra forma de negar es el propio miedo/deseo de aquello que se niega, es decir, cuando decimos, por ejemplo, “nunca pienso ir a una playa nudista”, cuando el discurso real (y que esa persona no es capaz de ver ni de decirse) sería algo así como “debe ser una experiencia chula pero me da muchísima vergüienza.”
Vale, también es posible que sea algo que reprobamos porque nos asquea y sabemos a ciencia cierta que eso no va con nuestros principios, como puede ser abusar sexualmente de otras personas, matar, robar, etc, pero no me refiero a ese tipo de comportamientos, sino a aquellos mucho más cotidianos y que, con el tiempo, nos damos cuenta de que los negábamos porque sentíamos y pensábamos de manera distinta en ese momento de nuestra vida.
Quién no se ha encontrado alguna vez repitiendo literalmente frases de sus padres y sus madres, de las que habían dicho miles de veces que no dirían. Y ahora se encuentran con que esas palabras brotan de sus bocas con una naturalidad que, si se lo hubieran dicho siendo adolescente, le habría dado ganas casi de vomitar.
Para escribir este post, os pedí ayuda a través de las redes sociales, para que me contarais vuestras propias experiencias al respecto, en primera persona, de lo que habíais dicho que nunca ibais a hacer y luego os disteis de bruces con ello. Me sorprendió la rapidez de vuestras respuestas, tanto en público como en privado, lo cual me da la razón de la frecuencia con la que esto nos ocurre. Algunos ejemplos fueron:
- Que nunca leería en un ebook, solamente en libros de papel y ahora solamente leo en mi ebook.
- Hasta los 25/26 años decía que nunca, nunca sería panadera o me dedicaría al negocio familiar...
- Yo siempre decía que nunca me compraría un coche con cambio automático y ahora llevo uno automático y ya no volvería al cambio manual.
- Yo dije que no me gustaba correr y que nunca correría... En febrero hice un 10k en Castellón.
- Hasta hace siete u ocho años, no entendía cómo la gente se jugaba la vida descendiendo un barranco, escalando, haciendo una vía ferrata, o caminando durante horas y horas subiendo montañas con desniveles imposibles y, todo ello, por pura afición... Madre mía, la que se reía diciendo que nunca jamás y ¡que correr era de cobardes! Me ha cambiado la vida y para bien. Cuánto me alegro de haberlo intentado y convertirlo en mi día a día, a pesar de todas mis reticencias.
- ¡Dije que nunca probaría las hamburguesas de Mcdonalds! Hasta que irremediablemente tuve que desistir.
- Pues yo que nunca, nunca tendría perros y ahora, bueno hace bastantes años, tengo dos.
- Yo empecé a escribir con la condición de que nunca publicaría nada... (y yo añado que ahora es un escritor fabuloso, con varios y estupendos libros publicados).
- No me volveré a casar...
- Hasta los 5 años nada de pantallas", "no la vestiré de rosa"...
- Nunca hubiese tenido gato. Y ahora vivo con uno pegado a mí.
- ¡No volveré con él!. Y volví.
- Estar con una chica después de lo que me sucedió, por decir que me gustaban las mujeres y mira ¡ahora feliz de haberme liberado!
Luego me sorprendió la vuelta de tuerca a lo que proponía, encontrándome con testimonios de personas que, de lo que hablaban, eran de sus propios logros, de aquello que creían que no podrían conseguir y lo lograron:
- Sobre todo, poder decir no en muchas ocasiones. Me cuesta, pero lo hago y, al final, lo bien que me siento.
- Estoy toda la tarde pensado en lo que nunca pensé que haría: llegar a manejar el móvil que mis hijas me regalaron, pensaba que no sabría, hoy manejo el teléfono, Facebook, Google, vídeos, vídeollamadas, bajarme libros y. música, tenía 73 años y lo veía imposible.
- Aguantar tanto tiempo sin ver a la persona que quiero. El distanciamiento ha confirmado que nos queremos.
Y también situaciones duras, en las que las personas que las describen, tampoco creían que iban a vivirlas:
- Yo hace años estuve ingresada por un ataque de ansiedad 18 días y pensaba que no iba a poder estar tanto tiempo sin ver a mi madre, ella estaba delicada y no me podía visitar y fue duro para mí.
- Nunca pensé, que llegaría el día en el cual tuviese que duchar a mi padre. Recién cumplidos los 87. Por simple ruborización de él y que jamás me planteé. Tarea que vengo haciendo cada martes y viernes.
Quedan patentes dos cosas. Una, que podemos interpretar de forma distinta, ya que mi planteamiento inicial era acerca de aquellas cosas que dijimos que no haríamos nunca en el sentido de luego tener que comernos con patatas lo que habíamos dicho y me encontré con diferentes maneras que he querido reflejar. La segunda es que somos muchas (por no decir la gran mayoría) personas las que afirmamos con rotundidad y, con el tiempo y las circunstancias, aflojamos, cedemos y no pasa nada por ello. Incluso podemos bromear al respecto.
Dije que yo también me mojaría, que os confesaría alguna situación personal en la que también dije lo del nunca jamás. Pues allá va: dije que nunca tendría una pareja que trabajara conmigo y también que nunca tendría una pareja que fuera psicólogo. Ya estaréis imaginando, ¿verdad? Efectivamente, tuve un novio psicólogo con el que trabajaba, un 2x1 en toda regla. C’est la vie!
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