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el 15 febrero 2022

Érase una vez una mujer que continuamente pregonaba con orgullo que no necesitaba a nadie en este mundo.

Que había que cambiar un grifo en su casa, allá que iba a mirar un tutorial y se ponía a ello... aunque le costara seis días y que el grifo siguiera goteando.

Que no le daba tiempo para pasarse por el supermercado y comprar la mayonesa para la ensaladilla rusa que le apetecía comer, pues cambiaba el plan y comía tortilla de patata.

Que se le había olvidado el monedero en casa y no llevaba dinero para tomar ese café habitual de media mañana, pues se decía a sí misma que ese día no pasaba nada por prescindir del cafecito.

Que se encontraba con gastroenteritis y no podía salir del baño, entonces se quedaba en casa teletrabajando aunque fuera con el ordenador apoyado en las rodillas sentada en la taza del water.

Que su hijo le decía a las diez de la noche que necesitaba una cartulina para el día siguiente para el colegio, allí que se iba a la papelería en cuanto abrían a primera hora de la mañana y se volvía a acercar al colegio para llevársela a su hijo… aunque llegara tarde a su trabajo.

Que se le empezaban a notar las canas por la raíz del pelo, a por un bote de tinte al súper y a ponérselo en casa mientras hacía la cena.

Que se atascaba con un programa del ordenador que le impedía seguir adelante con su trabajo, pues a buscar programas alternativos para ver si así podía continuar.

Ni se le pasaba por la cabeza llamar a un fontanero, pedir a su pareja que comprara la mayonesa para esa ensaladilla que tanto le apetecía, decir en la cafetería a la que siempre iba que al día siguiente les pagaría el café, pedirse un día de baja en el trabajo, llamar a otro papá o mamá del cole para ver si tenían una cartulina de sobra, tomarse un rato para ir a la peluquería, pedir a alguien de su trabajo que le echara una mano con el nuevo programa de ordenador con el que no se aclaraba.

Habría que ver qué había vivido esta mujer y cómo lo había interiorizado para haber llegado a la conclusión de que pedir le suponía sentirse débil y que necesitar era un síntoma de flaqueza.

Hasta el punto de tener que hacer bandera de lo “bueno” que es no necesitar.

Comentarios

Natalia el 19 de 2 del 2022

Grande compañera....alto y claro...aprendamos a delegar!!!!. Y no pasa nadaaaaaaaaaaa

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