Ayer leí una frase de Séneca -no tanto por ser una tía leída como por seguir a una cuenta de frases estoicas en Instagram- que decía así: “Este es nuestro gran error: pensar que esperamos la muerte. La mayor parte de la muerte ya ha pasado. Todo tiempo transcurrido es propiedad de la muerte”. Así es como entiendo yo esta cita:
Tendemos a pensar en la muerte como algo que de repente ocurrirá algún día en el futuro: alguien a quien queremos morirá; nuestra vida laboral se acabará (porque también hay muertes psicológicas, de etapas de vida…); o nosotros mismos dejaremos de existir.
Este darnos cuenta de que algo dejará de existir (uno mismo inclusive) suele provocarnos un miedo, una angustia. ¿Cómo voy a estar preparado/a para una pérdida así?
Lo que quizás estemos ignorando es que ya somos los mayores expertos en la muerte. Ésta ocurre a cada momento, pues todo lo que pertenece al pasado ha muerto de alguna manera:
Ya se fue la unión inseparable con un/a mejor amigo/a de la infancia, ahora nos vemos de tanto en tanto.
Con un fracaso amoroso, muere la ilusión de compartir la vida juntos.
Estas pesadillas que tenía hace años… ya no las tengo.
La euforia que me provocó alcanzar una meta laboral ayer ya no la siento igual hoy.
Un hijo de pronto ya no necesita que le de la mano para caminar.
El ahogo económico que sufrí tiempo atrás ahora no lo experimento.
El solecito que asomaba esta mañana por el balcón ya no está esta tarde.
Y podríamos seguir así horas, porque uno se da cuenta de que todo muere (o, como dice la canción de Jorge Drexler, “todo se transforma”): mueren las expectativas y las creencias; unas emociones cambian a otras; se transforman las relaciones con los demás y con uno mismo; mueren partes de nuestra personalidad, maneras de comportarnos; mueren unas habilidades y desarrollo otras; muere el verano y también el invierno llega a su fin.
Saber que la muerte no nos acecha en el futuro, sino que más bien bailamos a diario con ella, de pronto me hace más apreciativa del momento presente (que rápido se irá). También hay algo liberador en saber que no hay nada tan temible –sí doloroso- para lo cual me tenga que preparar: si en algo estamos sobradamente entrenados en esta vida es en la experiencia de perder, la experiencia de morir.
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