Seré breve. No comparto en absoluto el concepto de “personas tóxicas”. ¿Quiénes son? ¿Son acaso los que acostumbran a quejarse, los que sienten envidia, los que se muestran arrogantes, los que nunca dicen nada o los que hablan demasiado, los desconfiados, los absorbentes, los que suelen culpar a los demás o los que se culpan a sí mismos? ¿Son acaso las personas ansiosas, depresivas, obsesivas, preocupadizas, aburridas o las descaradas? ¿Se puede reducir a que las personas “sean” así? ¿De qué se trata entonces? ¿Acaso de etiquetar al otro y apartarnos de él como de la peste para que no nos contagie? Parece que algo de esto hay en este tipo de conceptos: un prejuicio irresponsable. Prejuicio por juzgar sin conocer. Irresponsable por juzgar sin conocerse, es decir, por no incitar a plantearnos qué me ocurre a mí para que tales personas me resulten insoportables. Y, más en el fondo, reside una identificación proyectiva, algo que me deja enganchado y después rechazo poniéndolo sólo en el otro. No soy quién para decir lo que cada uno debe hacer, ni para afirmar que “hay que” querer a todo el mundo, ni siquiera para defender que uno no puede estar con quien prefiera y no estar con quien no quiera o no se sienta a gusto por la razón que sea. Pero creo que es necesario hacerse responsable de que, con quién quiera o no quiera estar, es fundamentalmente algo que tiene que ver conmigo. Ante determinadas dinámicas del otro, aunque fueran neuróticas, que muchas veces no lo son, ¿qué me ocurre que no puedo desidentificarme mínimamente? ¿Basta con criticar al otro y apartarme de su "toxicidad", de sus “malas vibraciones”? Mejor (más responsable) sería decir “no puedo estar con… por…” (por alguna razón propia) que simplemente reducirlo todo a “esta persona es…”
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