Huele a madera, a bosque. A lo lejos, Ottawa empieza a iluminarse. Está anocheciendo. Sigo sumergido en ese olor a humo, en ese agua caliente. Rodeado de árboles. Esta sensación no es nueva, pero aparece pocas veces y, cuando aparece, es que lo tengo muy claro.
Decisiones que llegan, incluso a veces de repente, pero que sabes perfectamente que en el fondo de ti se han ido madurando. Lleva tiempo ahí. Te haces el sorprendido, pero no es nada nuevo.
Yo aquí estaba decidiendo volver. Recuperar algo que necesitaba. Y tenía demasiado sentido.
Son esas decisiones que pueden sonar locas a quien no esté dentro de ti. Pero que, en tu camino, aunque parezca un desvío, una vuelta atrás, sabes que es un paso hacia delante. Las cosas no son lineales. Menos aún en asuntos humanos.
Yo puedo contar con los dedos de una mano decisiones así en mi vida, y sólo cuando las miro desde la distancia, puedo decirme: qué valiente. Y cuánto sentido tenía.
Son ese tipo de cosas que, sin poder ponerle palabras, sólo sensaciones, tienen sentido dentro de tu vida, dentro de ese camino en la vida. Que encaja muy bien con tus valores en la vida, con lo que al final quieres exprimir de ella. No son asuntos en concreto, son maneras de estar en el mundo. De relacionarse con él. Tiene que ver con cómo quieres estar y qué quieres aportar. Sabes que quieres hacerlo, la decisión ya está tomada.
Y es que al final, esto va de eso. Sentido de la vida.
Es esa cosa de cuál es mi papel en todo esto. Cómo me quiero relacionar con mi entorno. Alejarme de la ansiedad de logro, material, neurótica, de exceso. Y acercarme a esas cosas que me hacen dormir bien.
Esas cosas que, cuando me vaya, cuando llegue el día, pueda irme tranquilo.
Hablo de cosas pequeñas, o pequeños matices que me hacen entrar de manera diferente en mi vida. Hablar con el cartero, la cajera tan maja del Mercadona, dejar pasar a alguien en un cruce, sonreír a una pareja de ancianos que te devuelven el gesto. Y ya está.
Hablo de grandes cosas, como es qué quiero aportar a este mundo desde mi desempeño, desde mi vocación. En mi caso, ayudando a que la gente encuentre el sentido de su vida, y que las organizaciones se relacionen para que hagan lo que necesitan hacer. Hacer de este mundo un lugar con más paz.
Qué quiero transmitir a los míos. Qué legado quiero dejar. Yo tengo claro que es dar un paso atrás y volver a mirar a la gente a los ojos, y que me miren a mí. Saber que lo hacemos lo mejor que podemos y que sabemos, para entonces ayudar y que me ayuden.
Entre la madera, el bosque y la humedad, estaba queriendo recuperar una parte de mí. Para seguir adelante en mi sentido de la vida.
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