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el 2 octubre 2019

«Cada uno da lo que recibe. Y luego recibe lo que da.
Nada es más simple, no hay otra norma,
nada se pierde, todo se transforma».

(De la canción “Todo se transforma” de Jorge Drexler)

 

Los miembros de las sociedades humanas se unieron hace milenios para sobrevivir. Esto implica un pacto donde teóricamente todos deben mirar por todos, y todos deben aportar lo mismo a su comunidad, no en términos absolutos, sino relativos a sus capacidades y posibilidades individuales. En esto se basa el sentido de la justicia.

Dar menos que otros, en principio, genera culpa, aunque hay excepciones, como es el caso de las personas egoístas, egocentristas y egotistas, algo en lo que no entraremos ahora.

Como hablamos en términos proporcionales y no absolutos, podemos decir que dar de menos y recibir de más en un determinado ámbito social son las dos caras de la misma moneda. Este ámbito social puede ser la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, las personas con las que casualmente se ha compartido una experiencia traumática, una nación, etc.

Si no hay significativas distorsiones al respecto, cuando recibimos mucho, nos sentimos en deuda, de modo que tenemos la necesidad de devolver lo recibido para restaurar ese equilibrio. Si hemos recibido un perjuicio, podemos sentir la necesidad de venganza o, como mínimo, de justicia, por ejemplo, denunciando a quien nos haya dañado “para que pague” por ello. Si hemos recibido un beneficio, nos sentimos “en deuda”, y necesitamos devolver lo recibido, bien sea a quienes nos lo dieron, o a otras personas, o al resto de la sociedad. Así, Bert Hellinger menciona, por ejemplo, que los hijos no pueden devolver a sus padres la vida que recibieron de éstos y, para no quedar en deuda, darán ese amor a sus propios hijos (o a otras personas). Si no se restablece el equilibrio, habrá culpa.

Un conmovedor ejemplo es el transmitido en la película Salvad al soldado Ryan, en la que varios soldados llevarán a cabo una peligrosa misión para salvar a Ryan, el único de cuatro hermanos que no ha dado aún la vida por su patria en la guerra, ante lo que el gobierno de los EEUU cree que su familia ya ha dado bastante por su país. De este modo, el gobierno de la nación quiere devolver a la familia algo de lo mucho que ha recibido de ésta a través de esta misión encomendada a otros soldados. Uno de éstos, al ver lo que van a arriesgar por él, dirá «Espero que ese Ryan valga la pena y que cuando regrese a casa cure alguna enfermedad o invente una nueva bombilla de larga duración», es decir, se espera que algún día devuelva lo que va a recibir restaurando así el equilibrio entre dar y recibir. Hacia el final, tras muchas muertes, el capitán Miller, responsable de la misión, antes de morir también, le dice al oído al soldado James Ryan, «James, hágase usted digno de esto, merézcalo». Aquí realmente le da una salida para que no se quede toda la vida en deuda con los que dieron la vida por salvarlo, una salida donde podrá restaurar a la sociedad lo que ésta ha hecho por él. Ryan intentará toda su vida ser un buen hombre para compensar el tremendo sacrificio recibido. Años después, ya anciano y en el cementerio, ante la tumba del Capitán Miller, Ryan le dirá: «Todos los días recuerdo lo que usted me dijo en aquel puente. He intentado vivir mi vida lo mejor posible. Ojalá haya sido suficiente y, al menos ante sus ojos, haya sido digno y merecedor de cuanto se ha hecho por mí». Después, preguntará a su esposa: «Dime que he vivido dignamente, que soy una buena persona». 

A veces recibir en exceso deja a la persona atrapada psicológicamente y, en muchas ocasiones, dar en exceso es una manipulación para conseguir que el otro se quede en deuda. Esto puede ir desde una manipulación plenamente consciente, como es el caso estratégico de algunos delincuentes que, por ejemplo, agreden al enemigo de alguien para que éste les deba un favor (que no les ha pedido) y se quede en deuda con ellos. En otros casos, se trataría de un “narcisismo servicial”, por ejemplo, en el caso de madres sobreprotectoras que consiguen que los hijos queden infantilizados y se sientan inseguros para separarse y valerse en el mundo, además de culpables por hacerlo. Es como si en su mente quedara el mensaje materno «Con todo lo que te he dado y he hecho por ti, ahora no seas tan desagradecido que te vayas y me abandones», lo cual no quiere decir que esta sea la perversa intención de esas madres que, probablemente, están compensando en el hijo todo lo que les faltó a ellas, yéndose al otro extremo del mismo problema sin resolverlo.

Observemos que la diferencia entre el primer caso ejemplificado en la película citada y el segundo, es que en el primero hay una salida, se abre el círculo, y lo recibido no debe ser devuelto al dador concreto, sino a otros o a la sociedad en su conjunto, mientras que en el segundo caso, no es así, lo cual genera un círculo vicioso de codependencia.

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