Aunque pudiera parecer lo contrario, no es fácil definir lo que es la vida. De entre todas las características destaca que los organismos vivientes tienen la capacidad de producir copias de sí mismos, es decir, de reproducirse. También se dan otras funciones como la movilidad, la respuesta a las variaciones del medio, el crecimiento, la captación y procesamiento de energía para su propio uso, etc. Según la teoría del “big bang”, hace unos quince mil millones de años apareció el universo tras una descomunal e inimaginable explosión. Galaxias, estrellas, planetas, satélites y otras entidades se extendieron por el espacio orbitando y rotando unas sobre otras y sobre sí mismas. Respecto al planeta Tierra, su origen data de unos cuatro mil quinientos millones de años, momento en el que probablemente era una masa incandescente. Antes de la aparición de la vida hace unos tres mil setecientos M.a., la evolución era puramente química. A partir de los cuatro elementos básicos disponibles (carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno), se sucedieron múltiples combinaciones que generaron nuevas materias. La energía necesaria emanaba a raudales en un espacio joven y caótico de rocas, agua, volcanes, tormentas eléctricas, terremotos y un calor solar intenso y desprotegido de radiaciones. Las partículas subatómicas dieron lugar a los átomos que después se organizaron en moléculas. Algunas de estas moléculas, bajo condiciones especiales, se constituyeron –tras casi mil millones de años- en la incipiente materia viva que se fue organizando más tarde en células. Las primeras células se tomaron su tiempo para volverse más y más sofisticadas, creando después organismos pluricelulares que más tarde darían lugar a la vida vegetal, primero en los océanos y luego sobre la tierra. Las plantas verdes –y algunas bacterias- son los únicos seres capaces de tomar materia inorgánica y a cambio ofrecer lo necesario para la vida. De hecho, son la base alimenticia, ya que, o comemos plantas, o comemos a quienes comen a los que las comen. Tiempo después, llegó el primigenio y complejo sistema nervioso y la capacidad de explorar el entorno, es decir, llegó el reino animalia, hace unos seiscientos M.a. Sobre un horizonte de cientos de millones de años, crecieron los invertebrados seguidos de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Algunos de ellos se fueron arrebatando el poder sobre los demás animales. Las plantas, primero apenas tejido vascular para la conducción interna del agua, y luego equipadas con raíces, hojas y semillas, empezaron a ofrecer la colorida belleza de sus flores. Entretanto, hubo glaciaciones y maremotos que llegaron varias veces casi a borrar la faz de una tierra que se fracturaba en continentes y se retorcía en cordilleras. Dentro de los mamíferos más evolucionados, el considerado “primer hombre”, el homo habilis, apareció hace unos dos millones de años y el homo sapiens hace cuatrocientos mil.
Si el tiempo transcurrido desde la formación de La Tierra hasta hoy equivaliera a la edad de una persona de setenta y cinco años, el primer pálpito de vida tendría cincuenta y ocho, los fósiles más antiguos diez, los dinosaurios, que nos parecen tan lejanos, poco más de tres, el primer hombre doce días, el homo sapiens dos y medio y, desde Jesucristo hasta hoy, habría pasado un cuarto de hora. Si la Tierra tuviera un corazón de setenta y cinco años de edad, la vida de un ser humano hasta la ancianidad, con todas sus alegrías y tristezas, no sería mayor a cuarenta latidos. Muchas cosas no merecen la pena, y otras muchas sí.
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