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el 19 julio 2021

Centrándonos en las relaciones, aunque podría servir para cualquier área de la vida, a veces, me pregunto, ¿cómo puede ser que las experiencias de vida a unos los haga sabios y a otros les mine la cordura?

Conforme nos vamos haciendo mayores y vamos pasando por relaciones, estas nos van marcando y dejando mella. De entre ellas, la relación que más nos marca es la que tuvimos en nuestra primera infancia con nuestros padres y la que vimos entre ellos conforme fuimos creciendo. Eso va a determinar, si no nos paramos a analizar, nuestra manera de relacionarnos y el tipo de personas con las que lo hacemos.

En la vida, tenemos un impulso a relacionarnos, a compartir, al contacto, al cariño. Sin embargo, cuando estamos cerca de algo parecido a lo que nos angustió o nos hizo sufrir nos encogemos cual tortuga en su caparazón y no queremos salir. Y puede que ese dolor sea tan desbordante que ya no queramos salir o puede que cuando salgamos sea demasiado tarde, perdiéndonos oportunidades en la vida para crecer y ser felices.

Y es que las relaciones despiertan lo mejor de las personas pero también lo peor. Aquí, el miedo a sufrir, a desbordarse o a enloquecer es un aliado del estancamiento e inmadurez emocional y de una vida pobre. Porque una cosa es bien clara, el mundo de las relaciones y del querer es de lo más importante de la vida. De todas las formas, colores y duraciones, sin las relaciones, la vida, poco merece ser vivida. Así que, más vale que aprendamos a lidiar con el batiburrillo de emociones que nos despiertan.

Y entonces, ¿cómo hacemos para transitar por las relaciones y lidiar con los sentimientos que se nos despierten con más entereza?

Por un lado, aclarándonos con nosotros mismos para luego poder expresar y aclararnos con los demás. Y por otro, cultivando aspectos como la valentía, la honradez, la responsabilidad, la empatía, la compasión o la humildad.

Si a todo esto le sumamos poner cierta distancia a lo que nos sucede, y guardar el respeto debido hacia nosotros mismos y hacia los demás, de tal manera que nos podamos sentir orgullosos de lo que hacemos y como nos comportamos, quizá acabemos dándonos cuenta que la vida puede ser más fácil de lo que nos parecía.

 

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