A lo largo de la historia, los problemas psicológicos o “del alma” (psique) han sido atendidos por los magos, posteriormente por los religiosos y maestros espirituales, en cierta parte reflexionados por los filósofos y, hace poco más de un siglo, se han sumado -sin desterrar a los demás- los psiquiatras y psicólogos. Todos estos abordajes se han compuesto de una vertiente subjetiva y otra objetiva.
Dentro de la psicología y la psiquiatría, ciencias relativamente jóvenes, destacamos diferentes enfoques, que siempre han chocado y se han descalificado entre estos extremos de la objetividad y la subjetividad. Así, hay diversos modos de entender y tratar los problemas psicológicos. Lamentablemente, en vez de considerar esta diversidad una riqueza pendiente de integrar en un modelo teórico más amplio, no pocos profesores de la propia universidad donde se forman los futuros profesionales manifiestan una parcialidad y una falta de respeto tales que, más que como opciones diferentes, estos diversos enfoques son divididos entre supuestas “verdades científicas” (lo objetivo) y auténticas patrañas (lo subjetivo). Claro está, esto no se corresponde en absoluto con la experiencia clínica y las aportaciones de cientos de miles de profesionales y muchos más pacientes a lo largo de las décadas, pacientes que se han dejado su dinero porque todos los enfoques serios les han servido en distintas formas y, por supuesto, según el caso. Ni se corresponde con el peso que todos estos enfoques tienen en la calle, las consultas, el lenguaje y la forma de pensar de la gente, los libros, las películas, en suma, nuestra cultura. No conozco otra ciencia en la que ocurra algo semejante. Que unos profesionales discrepen de otros en determinadas teorías, leyes o técnicas es una cosa, pero que unos consideren que nada en absoluto de lo que hacen otros profesionales serios sirva de nada, es otra muy distinta. Y que unos enfoques y otros se “roben” las ideas y las técnicas sin reconocer las mutuas influencias, ¡clama al cielo! Por fortuna, esto significa que hay aspectos de cada enfoque válidos para los otros y que la integración entre modelos sigue adelante aunque no se quiera reconocer.
Injustamente, como siempre, describiré los cinco enfoques principales haciendo una aclaración. Técnicas terapéuticas hay cientos. También hay enfoques transversales, es decir, que existen en cada enfoque principal, como la terapia sistémica, que puede ser de corte psicoanalítico, cognitivo o humanista, pero no me refiero a esto, sino a enfoques con una “filosofía de fondo” diferente, que debería de ser complementaria.
Por fortuna, un buen número de los grandes creadores de las diferentes psicoterapias han sido psiquiatras que no se han conformado con un abordaje meramente físico del sufrimiento de sus pacientes. Además, hoy en día se está imponiendo la coordinación entre diferentes profesionales para abordar un determinado problema (psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales, educadores sociales, profesores, etc.).
En conclusión, todos los abordajes psicológicos se sitúan en última instancia entre dos polos, y los movimientos pendulares han disputado sus batallas entre la subjetividad y la objetividad. Un enfoque exclusivamente objetivo dejaría toda la subjetividad humana fuera, lo cual es como rebajar un cuadro de Velázquez o Picasso al número de colores de óleo, centímetros cuadrados de lienzo y tipos de pinceladas, es decir, simplismo. Un enfoque exclusivamente subjetivo daría lugar a la interpretación arbitraria del psicoterapeuta o, peor aún, del primer charlatán sin formación que se autoproclamara como tal. Por desgracia, hay lamentables ejemplos de ambos extremismos, desde los más sonoros a nivel académico hasta los más escondidos en las consultas. Frente a estos desatinos, mejor sería que siguiéramos trabajando en cómo encontrar un enfoque que abrace lo objetivo y lo subjetivo horizontalmente, y que abarque verticalmente desde los trastornos mentales más graves (psicóticos, fronterizos y neuróticos) hasta los trastornos espirituales pasando por los trastornos en las relaciones y los existenciales, así como las aspiraciones de ser más felices y tener una vida más plena sin necesidad de que haya un trastorno previo. Deberíamos partir siempre de una formación rigurosa e innovadora, prudente y valiente, de lo profundo y lo evidente, una formación que incluya la vivencia experiencial, la elaboración mental y el cambio práctico en la vida. El mejor y, francamente, el único paradigma teórico que conozco con semejante amplitud es el espectro de la conciencia de Ken Wilber. No se le puede criticar porque deje fuera a ninguna psicoterapia seria, sino que escondidamente se le critica porque no admite que cualquiera de ellas sea la única válida en detrimento de las demás. Y siguen las peleas entre lo que es científico y lo que es simplista, y erre que erre, una pelea realmente jurásica para los filósofos, que hace siglos detectaron esta falacia. Hay que fastidiarse… Mi pelea es con la pelea.
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